El oficio de antropólogo, reflexiones de Catherine Allen
Quiero compartir con ustedes extractos de una conversación que tuve con la renombrada antropóloga, experta en el mundo andino, que estuvo en Cusco en un simposio organizado en su honor.
La Dra. Allen ha realizado estudios etnográficos de campo en el Perú desde la década de 1970, y su lugar predilecto ha sido la comunidad quechua de Soncco en el distrito de Colquepata, provincia de Paucartambo, donde estuvo por largas temporadas en reiteradas ocasiones. Su obra más conocida, publicada por primera vez en 1988, se titula en castellano La coca sabe: coca e identidad cultural en una comunidad andina. Sus otros libros de gran trascendencia para los estudios andinos son Zorroniño: Intimidad y estética en los relatos andinos y El flujo de la vida en los Andes: Estudios y reflexiones desde la etnografía.
El simposio ha sido coorganizado por el Centro Bartolomé de Las Casas, el Departamento de Humanidades de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Dumbarton Oaks (Universidad de Harvard) y la Universidad de Texas en San Antonio. En esta entrevista, Allen nos habla sobre su experiencia en los Andes y sobre el complejo rol de la antropología en el mundo actual.
GRF: Por favor, cuéntenos sobre su experiencia de trabajo de campo en Perú.
CA: Cuando empecé mis investigaciones en el Perú, era muy joven, y fue una experiencia fuerte para mí, un gran cambio. No se trataba solo de la historia y la arqueología, que siempre me fascinaban, sino de un trabajo con la gente. Yo llegué a Soncco con un proyecto que se veía un poco extraño y no prometía éxito. Pero me quedé ahí por la gente local, en especial por don Luis y su familia. Estuve en Soncco casi un año. Después tenía pensado volver al Perú e ir a otras comunidades para hacer un estudio comparativo. Lo hice, pero siempre trataba de volver a Soncco.
GRF: Hoy se habla mucho sobre el oficio del antropólogo, se dice que debe mantener distancia con la sociedad que estudia y no involucrarse afectivamente. ¿Qué piensa al respecto?
CA: Sí, era una moda, especialmente en las décadas de los 70 y los 80. Pero yo nunca pude aplicar ese enfoque. Sinceramente, desde mi experiencia, no me parecía honesto, y lo decía abiertamente. Siendo una joven estudiante de doctorado, tuve la suerte de tener como asesor a Tom Zuidema, quien me dejaba proceder a mi manera. Mi comité de asesores también estaba contento con mi trabajo, aunque al principio había quienes decían que era demasiado personal, y que no debía ser así. Pero yo no podía escribir en otra forma.
GRF: ¿Cómo ha cambiado Soncco a través de los años?
CA: Hubo muchos cambios en Soncco. Cuando se construyó la carretera, la gente quiso instalarse más cerca de ella. También, la carretera empezó a contaminar el agua que corría debajo, y muchos preferían vivir más arriba. La presión del mercado produjo cambios. Los pobladores ya no querían cultivar sus chacras de manera colaborativa. Se rompió la solidaridad comunitaria. Además, entraron los evangélicos, y a raíz de eso en la comunidad se generaron divisiones.
GRF: ¿El sincretismo religioso andino, que se formó desde la época de la conquista, sufrió un quiebre por la entrada de esas nuevas corrientes religiosas?
CA: Creo que nunca hay un quiebre completo, las costumbres permanecen. Los campesinos siguen masticando coca y la comparten entre ellos, pero ya no con la tierra, ya no la usan para ofrendas. Creo que esto sí es un quiebre realmente importante y profundo.
GRF: ¿Cómo ha cambiado la antropología en los últimos años y cómo ve a los nuevos antropólogos?
CA: Ha cambiado mucho, por momentos no logro reconocerla. El hábito de hacer trabajo de campo por temporadas largas, que me parece necesario, hoy es algo del pasado. Creo que está bien que critiquen el trabajo de los antropólogos viejos, pero a veces hay demasiada crítica.
GRF: ¿Se pueden trazar algunas continuidades entre la cultura andina hoy y las que le tocó estudiar?
CA: No he estado en Soncco en muchos años, pero cuando regresaba ahí en los 90, siempre estaba fuerte el orgullo comunitario. Hoy la visión del mundo viene en gran parte de la televisión y de las redes sociales. En estos tiempos, a muchos les parece una desgracia seguir en la comunidad. Tienen su mirada dirigida hacia las grandes ciudades. Creo que no hay que romantizar el pasado, pero antes las fuentes del orgullo, la estima y la identidad tenían como fundamento la comunidad, y ahora creo que ya no. Hoy lo que importa es el acceso al dinero.
GRF: ¿Cómo habían influido las reformas de la época de Velasco en la vida de la comunidad? Fue entonces cuando se creó el sistema paralelo del gobierno comunitario: por un lado, el presidente de la comunidad, un cargo nuevo, y por el otro lado, el gobierno tradicional con el alcalde y los regidores.
CA: Creo que la expectativa era que con tiempo la institución del alcalde y los regidores desapareciera, porque el Estado le daba preferencia a la estructura encabezada por el presidente y el vicepresidente. Fue un golpe a la antigua organización comunitaria. Y al mismo tiempo, se abrieron nuevas oportunidades. Desde esa época los campesinos podían llegar al mercado de manera independiente, sin tener a los mestizos de Colquepata como intermediarios. Había historias de personas que habían sido golpeadas mientras pasaban por Colquepata para llevar sus productos a Cusco. Pero fue un cambio positivo.
GRF: En cuanto al gobierno comunitario, el presidente es elegido por dos años. El poder real está en manos del presidente, pero su turno es corto, y eso crea la posibilidad de rotar muchos presidentes y dar lugar a muchas facciones y visiones respecto al poder.
CA: Sí, es un buen punto.
GRF: Para finalizar, ¿Qué mensaje les daría a los nuevos antropólogos y científicos sociales?
CA: Por un lado, y tal vez sea lo más difícil, les aconsejaría que tengan paciencia. Todos tenemos que mostrar un producto a corto plazo. En la academia a veces uno va a hacer investigación por un mes y debe volver con un producto listo. Es difícil para un estudiante evitarlo, si es lo que se espera de él. Aun así, creo que es importante ser paciente y darse tiempo. Y la otra cosa es el respeto por la gente que estudias. Y parte del respeto es la empatía. Me he dado cuenta de que eso resulta más difícil para los antropólogos peruanos, por la jerarquía social existente. Para un extranjero es más fácil, porque está fuera de esa jerarquía. Hemos notado también que para un peruano es más difícil aprender el quechua que para un “gringo”.
Esta entrevista fue publicada por la revista Cusco Social el 17 de julio de 2025.